LA VERDADERA DIMENSIÓN DE LA PESTE NEGRA
La historiografía occidental ha prestado una enorme atención a la peste Negra, llamada la Peste bubónica, que se desató a mediados del Siglo XIV.
Todos sabemos alguna cosa sobre el tema, que se nombra con frecuencia en los manuales e incluso en los medios de comunicación.
Se nos ha dicho que la trajeron los mongoles, tras un asedio a la colonia genovesa de Caffa, actual Teodesia, en el sur de la actual Ucrania, que actuó como puerta de entrada en el continente.
Según se cuenta, los atacantes lanzaron cadáveres infectados contra la ciudad, con catapultas, para que los asediados se contagiaran y se rindieran, en un anticipo de la guerra bacteriológica. Sin embargo, se duda de la veracidad de este relato, porque la enfermedad difícilmente se transmite de esta manera. Así que la historia de los cadáveres voladores bien podría tratarse de una leyenda.
Posteriormente, la historiografía se centra en su difusión por Europa, y se resalta que avanzó a través de las rutas comerciales italianas en el Mar Negro y del Mediterráneo Oriental, y posteriormente hacia el resto del continente. La plaga se extendió como una mancha de aceite a través de pueblos y ciudades, generando una mortalidad aterradora. Algunas fuentes hablan de que pudo morir entre una cuarta parte y un tercio de la población europea de la época.
Esta es una historia bastante conocida.
Lo que el público occidental tiende a descuidar, es la asombrosa trayectoria que la epidemia había recorrido previamente a través de Asia. Nuevamente, nos miramos el ómfalos, nuestro obligo, y descuidamos las dimensiones de la que ha sido la peor pandemia global en la historia de la humanidad, en mortalidad absoluta y relativa. Atendemos con exquisita atención a su irrupción en Europa por las rutas del Mediterráneo, orgullosos de nuestro resurgir urbano y comercial, y cerramos los ojos a que éste no fue más que el final de un camino infinitamente más largo. Que estas rutas de comercio solo eran la última parada del tren.
La Peste Negra se originó en algún lugar del centro de Asia. Según algunas hipótesis en el norte de la India, otros piensan que en las estepas, o bien en el interior de la actual República Popular China y muchos estudiosos se inclinan porque apareció en la actual Mongolia.
Y desde allí se extendió sin freno, siguiendo las rutas de expansión de los ejércitos mongoles, pero también las comerciales de la Ruta de Seda.
En torno al año 1332 llegó a China, otras fuentes hablan que desde 1349. El acontecimiento fue catastrófico, ya que allí murió aproximadamente un tercio de la población, una cifra escalofriante. Desde China la enfermedad avanzó imparable por todo el Este de Asia. Documentos europeos, hablan de que la epidemia también alcanzó la India, aunque es sorprendente que los textos hindúes contemporáneos no hagan ninguna mención a este hecho.
Las rutas de las estepas, y el discurrir de los ejércitos mongoles, en aquel momento divididos en varios kanatos independientes, contribuyeron a la difusión de la enfermedad hacia occidente, y algunas regiones de Rusia ya se vieron afectadas tempranamente. Finalmente la enfermedad llegó a Europa, y causó estragos entre 1347 y 1351, mientras avanzaba igualmente incontrolada por el mundo islámico. Al parecer, un tercio de la población en Egipto murió entre 1347 y 1349. En un primer impacto devastador murió un 38% de la población de Damasco, un 33% de la de Bagdad, un 33% de la de Isfahan, y un largo y penoso etcétera.
El balance total, la peste bubónica fue una pandemia global, que afectó a todo lo que tradicionalmente se ha denominado el Viejo Mundo, esto es, Asia, Europa y Norte de África. Devastó incontables países y civilizaciones y pudo causar la muerte de entre 80 y 200 millones de personas, en épocas preindustriales donde población mundial era más reducida que en la actualidad.
Las únicas regiones que no se vieron afectadas por la Peste Negra, fueron aquellas alejadas de la lógica de las conexiones eurosiáticas y norteafricanas, ajenas a las rutas comerciales continentales de la época. Esto es, América, Oceanía y el sur de África.
En nuestra opinión, es incomprensible que la mayoría de los manuales de historia, en especial los de educación primaria y secundaria, siquiera contemplen estos datos básicos. Muy pocos de ellos explican la pandemia como un fenómeno global, y obvian su dimensión continental. Pero es evidente que esta dimensión fue tan relevante como su repercusión en Europa. El etnocentrismo nuevamente distorsiona nuestra perspectiva.
También es interesante las complicadas rutas de difusión de la pandemia. En buena medida siguió los caminos de las redes de intercambio que tradicionalmente se han denominada la Ruta de la Seda, en aquellos momentos controladas por los distintos kanatos mongoles del Asia central, y también por las conexiones marítimas a través del Océano Índico. Esos mismos canales de intercambio por los que discurrían productos más amables como la seda, las especias, especies vegetales, conocimientos, historias, productos de lujos y mercaderes, también sirvieron para la difusión de plagas, epidemias y malas hierbas. Ello demuestra que el mundo euroasiático anterior a las exploraciones europeas, ya se encontraba firmemente unido y vinculado, compartía todo tipo de préstamos, en ocasiones dolorosos, y una historia común.
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