LA FASCINANTE HISTORIA DE MADAGASCAR



 LA  FASCINANTE HISTORIA  DE  MADAGASCAR.

 

Hace ahora dos mil años, la isla de Madagascar se encontraba despoblada, el ser humano no había pisado todavía sus costas. Y gracias a este aislamiento se había desarrollado una fauna y una flora autóctonas. Existían en Madagascar incontables especies endémicas, entre las que destacan los lémures, algunos de ellos gigantes del tamaño de un orangután, como el Megaladapis, que vemos en la fotografía; también el árbol del viajero, que en la actualidad es emblema del país y aparece incluso en el escudo de esta nación; también gigantescos pájaros, como  el ave elefante; el cerdo hormiguero de Madagascar, la cucaracha gigante o silbante o un hipopótamo pigmeo similar al que se encuentra actualmente en África occidental.

Todo esto ha llevado a algunos zoólogos y geógrafos a hablar de un octavo continente, si no en extensión, al menos en cuanto a su fauna y flora.

 No se sabe con exactitud cuándo llegó por vez primera el ser humano a la isla. Para algunos este hecho pudo producirse entre el Siglo IV y VI de nuestra era. Y se dio un hecho sorprendente:

Pese a que la distancia entre Madagascar y el punto más cercano de África es de 416 km, y que la distancia al punto más cercano de Indonesia es de más de 5500 km, Madagascar fue colonizado antes por los indonesios que por los africanos.

Se trató de una gesta marítima colosal, que les permitió descubrir y colonizar un mundo nuevo. Los navegantes malayos recorrieron casi 6.000 kilómetros a través del Océano Índico, casi tanta distancia como el viaje de Cristóbal Colón.

Emplearon para ello sus barcos tradicionales, como el Jukung, emparentadas con las que los polinesios utilizaban para expandirse por el Océano Pacífico, en una gesta igual de llamativa.

 


Las pruebas de esta llegada son abrumadoras:

Los habitantes de Madagascar conservan rasgos asiáticos, y costumbres típicas del sureste de Asia. También la construcción de las casas es similar a las que se realizan en el sur de Borneo, y el rastro de vínculos lingüísticos muestra infinidad de palabras similares compartidas entre el idioma malgache y el indonesio.

Por si esto fuera poco, al poco de la llegada del ser humano se introdujeron en la isla especies vegetales y animales que provenían de Asia, como el cebú o la banana.

Finalmente, recientes estudios sobre el ADN han seguido el rastro de los antepasados de las poblaciones locales, y confirmado definitivamente esta hipótesis.

 

Estas evidencias se completan con la posible relación de la isla con el mítico imperio de  Srivijaya, que medró entre los siglos VII y XIII.


Como vemos en el mapa, este poderoso estado tenía su centro en la isla de Sumatra, en la actual Indonesia, y en sus momentos de máximo esplendor se extendió a áreas de Java, Borneo, Península de Malaca, parte de Vietnam y por el sur de Camboya y Tailandia. Con ello adquirió con toda justicia el rango de imperio marítimo.

Una clave de su éxito y riqueza se debía a que actuaban de enlace comercial entre China y la India. Y por ello Srivijaya medró hasta que fueron sustituidos por otras potencias comerciales del océano Índico como los Chola, con base en el sur de la India, o el imperio Singhasari, en Java, que se fueron apoderando de sus territorios y de sus redes de comercio. Pero esto no ocurrió hasta bien avanzado el Siglo XII.

El Imperio de Srivijaya ha sido definido como un estado talasocrático, del griego talasos que se traduce como riqueza. Esto significa que existía una poderosa casta de comerciantes, que se arrogaban una enorme autoridad y contribuía en las tareas de gobierno, y que fletaban auténticas flotas mercantiles que recorrían a sus anchas el Océano Índico. Debido a sus contactos en el Sudeste Asiático e India, el imperio adoptó la religión budista e hinduista, en combinación con la animista tradicional.

Y a partir del Siglo IX, el imperio de Srivijaya se encontraba en su esplendor y apogeo, y parecía controlar los nudos de comercio del Océano Índico, y aprovecharon para iniciar la exploración de sus costas.

Llegaron al archipiélago de Filipinas, a la parte oriental de Indonesia, a la costa de Indochina, a la Bahía de Bengala y finalmente a Madagascar, probablemente desde el 830 de nuestra era. En aquellos momentos, seguramente existían previamente pobladores indonesios. Pero el contacto con el poderoso imperio aceleró la migración y el poblamiento de la isla.

Otro hecho relevante nos lo narra una fuente árabe del siglo X, el Ajayeb al-Hind, traducido como: Maravillas de la India.

En dicho libro se habla de que cerca del 940 de nuestra era, hubo un intento de invasión en África por parte de los malayos, probablemente del imperio de Srivijaya.

Según se dice, este poderoso estado envió una flota con cerca de 1000 barcos e intentaron tomar la ciudadela de Qanbaloh, aunque finalmente fracasaron. También atacaron Sofala en Mozambique, o las costas de Tanzania.

 


La razón de la incursión es que los malayos deseaban apoderarse de bienes codiciados en su país y en China, como marfil, conchas de tortuga, pieles de pantera y ámbar gris, y también porque querían aprovisionarse de esclavos.

Y lo cierto es que en esa misma época, en las costas del Este de África, comenzaban a medrar poderosas ciudades comerciales y estados, que pugnaban por la supremacía en el control de las rutas del Índico.

Se trataba de las ciudades de la costa Swahili. Que constituían un mosaico de pequeños estados también talasocráticos y comerciales, enriquecidos con el tráfico marítimo a través del Océano Índico. Exportaban principalmente, entre otras, tres materias primas de gran circulación en esta época en otras culturas: oro, marfil y cristal de roca (una variedad de cuarzo). También era zona de comercio de esclavos.

Muchas de estas ciudades las fundaron comerciantes musulmanes, árabes y persas, que las establecían como avanzadilla para su comercio con el interior del continente. De ahí que adoptaran religión musulmana. Pero acabaron por formar reinos y ciudades estado independientes con su propia autonomía.

 



En el mapa vemos algunas de las ciudades que fueron surgiendo en estas costas. Entre las más tempranas el mítico sultanato de Kilwa que tenía su centro en la isla del mismo nombre.

Según la leyenda, Ali ibn al-Hassan Shirazi, uno de los siete hijos de un gobernante de Shiraz, Persia, fue expulsado de la herencia por sus hermanos. Recorrió la costa africana, y compró la isla de Kilwa a los habitantes bantúes por la mayor cantidad de tela de color que pudiera cubrir su contorno. La ciudad medró, y terminó por convertirse en un gran imperio. Esta historia nos revela los profundos vínculos entre estas ciudades y los territorios árabes y persas y las costas orientales de África.

Y el hecho también explica que por la misma época que se produjo el intento de invasión malayo, numerosos habitantes bantús africanos comenzaron a emigrar hacia la isla de Madagascar, y a mezclarse con la población local de antepasados indonesios. Sin que se pueda establecer una relación directa entre ambos hechos.

Estos pueblos trajeron a la isla sus ganados vacunos, y el cultivo de mijo. Tendieron a asentarse en la costa oeste, la más próxima al continente, mientras los indonesios quedaron relegados principalmente a la costa este. Aunque no tardaron en surgir procesos de mestizaje y convivencia.

También llegaron los primeros comerciantes persas, y hacia el año 1000, los árabes. Como consecuencia, la religión mayoritaria en la zona norte de la isla de Madagascar es el Islam.

 Pero qué consecuencias tuvieron todos estos hechos.

Uno de los más notables fue el intercambio de productos naturales. Entre los siglos IV d.C. y VI d.C., llegaron a África numerosas plantas de origen asiático, como el coco, la mandioca, la batata, el arroz asiático, el taro, el bambú o la banana. Así como el cebú. La puerta de entrada fue la isla de Madagascar, pero también las costas orientales del continente.

Este intercambio fue esencial para el despertar de las culturas africanas. Ya que las nuevas especies cultivables eran más rentables y perfectamente aptas para el clima tropical del continente. Pronto se desarrolló una agricultura más productiva, y no tardaron en surgir imponentes ciudades e imperios en el continente africano, como las que hemos hecho mención.

Por lo tanto, este intercambio de productos tropicales dentro del Viejo Mundo fue tan relevante y significativo como el que se daría poco después entre Europa y América, dos mundos también aislados con sus propios ecosistemas.

 

La otra consecuencia no fue tan positiva. La llegada del ser humano, provocó que en la isla de Madagascar se extinguieran numerosas especies autóctonas, como los lémures gigantes, el ave elefante, el cerdo hormiguero de Madagascar o el hipopótamo pigmeo. Paralelamente, se introdujeron otras tantas especies foráneas, vegetales, animales y malas hierbas, llamadas en biología especies invasoras, de las cuales la más depredadora de todas era el propio ser humano.

Es probable que la caza y la destrucción de su hábitat causasen la extinción de muchos de los habitantes autóctonos de Madagascar, como el lémur gigante. La agricultura tradicional, heredera de la de Indonesia, patria de los ancestros de los malgaches, donde se queman grandes extensiones de bosque para fertilizar la tierra con sus cenizas, destruyó a pasos de gigante los bosques de Madagascar,

Esta extinción es comparable a otras similares de la historia. También los polinesios provocaron una catástrofe semejante en Nueva Zelanda, mejor documentada, y numerosas especies desaparecieron a la llegada de los primeros pobladores al continente americano, en plena prehistoria.

Con lo que los colonizadores reproducían un patrón que se repite una y otra vez en la historia.

 Y hasta aquí estos comentarios dedicados a los orígenes de Madagascar y las colonizaciones de los pueblos malayos. Un fenómeno fascinante, al cual el público occidental incomprensiblemente apenas ha prestado atención. Y sin ánimo de menospreciar a nadie, simplemente comparar con otras exploraciones contemporáneas. Tantos documentales acerca de las incursiones vikingas, sus barcos y técnicas de navegación, su colonización de Islandia, una isla deshabitada, su llegada a un nuevo continente. Y tan pocas referencias a las exploraciones indonesias, su llegada a África, otro continente, su colonización de Madagascar, exactamente en los mismos siglos. ¿No será que nos vuelve a picar el onfalo, que nuestro etnocentrismo vuelve a nublar nuestra perspectiva? Dejamos ahí esa pregunta.

 


 

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿EXISTIÓ EL IMPERIO MONGOL?

LA VERDADERA DIMENSIÓN DE LA PESTE NEGRA

LA HISTORIA DE LA INDIA ES FÁCIL.